Soñando
en largos silencios dormidos mezclándose con las añoranzas de lo
ayer vivido, anhelando esos días de abrazos y caricias que alguna
vez distraída quizá pasaron por su cabello como suave brisa
sureña, esperando bajen del cerro colorado las ovejas ya alimentadas
y apagada su sed. Busca con curiosidad el cielo desde su ventana, el
día se pierde en la noche oscura y brumosa, se aleja a paso lento,
la ansiedad le clama enojada que quiere dormir es el dolor que
provoca la angustia de la despedida. Sabe que son horas y horas
navegando entre nubes, acompañados solo del suave murmullo de los
que vuelan felices. Los mira y observa como ríen gozosos su amor,
celosa y triste se arrima, otea, observa, solo ve la luna noctámbula
y las nubes iluminadas por la luna le muestran los grandes senderos
que rodean estos campos lejanos del mundo citadino. Ella está
angustiada, sabe no lo verá de nuevo en largo tiempo. El regresa
con su novia a la ciudad, ella trata de restarle importancia aunque
le duele la ingratitud y el silencio. ¿Olvidó él lo sucedido hace
algunos años?, ¿recordará aquel paseo por las viñas de San
Javier?, ella sabe que no, sabe que él nada recuerda y si lo hace
para él no tuvo importancia. Sin embargo ella no olvidará ni puede
dejar de recordar aquellos besos y toda la pasión que un día a sus
quince años ella le entregó solo por amor de quinceañera... Mira
hacia la casa donde esta su niño amado, sí, él niño que nació de
esa entrega fugaz … el hijo del afuerino le dicen todos los
campesinos, ella solo sabe que es su hijo... mira y sonríe orgullosa
la consecuencia de ese amor...
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